Por Magda Rescendis
Ahora soy yo quien te pide disculpas
y es que el tiempo ufano
me ha traído a tus pies nuevamente.
Ahora soy yo quien te pide disculpas
y es que el tiempo ufano
me ha traído a tus pies nuevamente.
Me mire frente al espejo como la luna se refleja sobre el mar. Observe con delicada calma mi cuerpo y no logré ver ¿qué pasa con mi alma? La luna es testigo de sus claros destellos plateados, de la inmensidad de la tierra y de los tantos deseos que piden cada luna llena.
Yo no pude ver nada. Estoy sola, mi sombra ha desapararecido con la oscuridad de la noche y hoy al llegar el alba no ha vuelto. Al principio me acogió un miedo irrespirable que me congelaba. Después comencé a sentir desesperación. He buscado debajo de la botella con tapa de corcho, bajo la repisa de los santos; sí, esa de las innumerables veladoras que parecen un arcoiris. Incluso abrí el cajón de los recuerdos para ver si nuevamente se había tirado al llanto.
Pasaron largas noches y muchos días. Caminaba tranquila por la calle desierta. Las personas caminan lentamente y sin detenerse, todas con una idea fija en la mente, así que ninguna puede verme.
Olvide tus palabras hirientes y tus malas caras. Deseche cada recuerdo vago, no fuera ser que alguno se confundiera y te trajera al presente.
Ya sin sombra decidí olvidar. Coloque cada recuerdo en una bolsa negra; ya que tenía todos juntos, los metí en una caja de cartón y la cubrí con cinta canela. Es una caja de sueños no cumplidos. Finalmente la arroje a lo profundo del mar mientras repetía que nada me perseguiría más. Mis pies descalzos se marcaban sobre la arena y entonces decidí que era momento de comenzar.
Retome mi vida, cambie de casa, de amigos, de escuela y de sueños. No había nada que opacara mis días. Cada mañana despertaba inquieta por llegar a clases y desayunaba con mis nuevos amigos. Al pasar de unos días me reencontré con viejos amigos que siempre he querido. Supuse que caerían bien a mi nueva vida.
Esta maña es un tanto fría, escuche en la televisión que es un frente o algo así. No quiero vestir como esquimal y me pongo una sudadera. El día esta nublado, no sé si es mi culpa pero me siento triste. De regreso a casa. Aborde el camión con Damián y Perla, ellos son claro reflejo de nuestro sueño. Al mirarlos no pude evitar preguntar ¿Qué tienen ellos que nosotros carecemos? Sí, es que ellos lo lograron y nosotros mejor olvidamos. Se tomaron de la mano en una forma peculiar que no logro explicar pero que casi me lleva al llanto. Y es que de inmediato, la caja salió del mar, camino sobre mis huellas en la arena y poco a poco se escaparon los recuerdos.
Por si fuera poco, al abordar el otro camión encontré a un conocido de ambos. En un día normal me hubiese sentado en otro lugar pero la brisa refrescante del mar me llevó a su lado. Intranquila y molesta por recobrar lo negado, vi entrar a mi sombra. Casi brincó de felicidad, por fin regresaba a mi lado. Tanto tiempo buscando y esa infame vagando. Quise estrecharla pero justo en ese momento se estrelló el camión y ahora, ya no tengo manos.
Yo no pude ver nada. Estoy sola, mi sombra ha desapararecido con la oscuridad de la noche y hoy al llegar el alba no ha vuelto. Al principio me acogió un miedo irrespirable que me congelaba. Después comencé a sentir desesperación. He buscado debajo de la botella con tapa de corcho, bajo la repisa de los santos; sí, esa de las innumerables veladoras que parecen un arcoiris. Incluso abrí el cajón de los recuerdos para ver si nuevamente se había tirado al llanto.
Pasaron largas noches y muchos días. Caminaba tranquila por la calle desierta. Las personas caminan lentamente y sin detenerse, todas con una idea fija en la mente, así que ninguna puede verme.
Olvide tus palabras hirientes y tus malas caras. Deseche cada recuerdo vago, no fuera ser que alguno se confundiera y te trajera al presente.
Ya sin sombra decidí olvidar. Coloque cada recuerdo en una bolsa negra; ya que tenía todos juntos, los metí en una caja de cartón y la cubrí con cinta canela. Es una caja de sueños no cumplidos. Finalmente la arroje a lo profundo del mar mientras repetía que nada me perseguiría más. Mis pies descalzos se marcaban sobre la arena y entonces decidí que era momento de comenzar.
Retome mi vida, cambie de casa, de amigos, de escuela y de sueños. No había nada que opacara mis días. Cada mañana despertaba inquieta por llegar a clases y desayunaba con mis nuevos amigos. Al pasar de unos días me reencontré con viejos amigos que siempre he querido. Supuse que caerían bien a mi nueva vida.
Esta maña es un tanto fría, escuche en la televisión que es un frente o algo así. No quiero vestir como esquimal y me pongo una sudadera. El día esta nublado, no sé si es mi culpa pero me siento triste. De regreso a casa. Aborde el camión con Damián y Perla, ellos son claro reflejo de nuestro sueño. Al mirarlos no pude evitar preguntar ¿Qué tienen ellos que nosotros carecemos? Sí, es que ellos lo lograron y nosotros mejor olvidamos. Se tomaron de la mano en una forma peculiar que no logro explicar pero que casi me lleva al llanto. Y es que de inmediato, la caja salió del mar, camino sobre mis huellas en la arena y poco a poco se escaparon los recuerdos.
Por si fuera poco, al abordar el otro camión encontré a un conocido de ambos. En un día normal me hubiese sentado en otro lugar pero la brisa refrescante del mar me llevó a su lado. Intranquila y molesta por recobrar lo negado, vi entrar a mi sombra. Casi brincó de felicidad, por fin regresaba a mi lado. Tanto tiempo buscando y esa infame vagando. Quise estrecharla pero justo en ese momento se estrelló el camión y ahora, ya no tengo manos.
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