EL ARTE ES LA ÚNICA FORMA DE VENCER A LA MUERTE: BENJAMÍN JUÁREZ ECHENIQUE
*** Nanda Leonardini, Alejandro Castellanos y Benjamín Juárez Echenique disertan sobre La Muerte
*** Nanda Leonardini, Alejandro Castellanos y Benjamín Juárez Echenique disertan sobre La Muerte
… Voy a tenderme de espaldas
Envolviéndome en vuestros cortinados,
¡Oh, refrescantes tinieblas!
Charles Baudelaire
Envolviéndome en vuestros cortinados,
¡Oh, refrescantes tinieblas!
Charles Baudelaire
La Muerte fue el hilo conductor para que temas tan disonantes como el Santo Niño Ricardito, el arte de Graciela Iturbide y el reinado de Fernando VI, pudieran confluir en la segunda y última mesa de Ubi est mors victoria tua, evento organizado por la Biblioteca de las Artes del Centro Nacional de las Artes el pasado 31 de octubre.
La investigadora Nanda Leonardini, especialista en Arte y religiosidad, habló sobre el culto al Niño Ricardito, un “santo” peruano cuya devoción, iniciada en 1990, se ha incrementado desproporcionadamente a pesar de no contar con el aval de la Santa Sede.
Dentro del catolicismo popular, el cementerio es símbolo de muerte, residencia perpetua de aquellos que nos abandonan y al mismo tiempo siguen ahí. La historia del Niño Ricardito comenzó, precisamente, en un cementerio, con una estatua de mármol blanco, una mujer desesperada y un milagro.
“Los santos que un pueblo adopta y que vienen del mismo pueblo, que son sus compatriotas, tienen mayor presencia en el imaginario social que los santos oficiales, pues existe una mayor identidad y sensación de cercanía con aquel que se piensa es un igual.
“Los santos son intermediarios del pueblo ante Dios, un santo no esta muerto, un niño santo –como el Niño Ricardito-, además, es un ángel: es esencia pura”, explicó Leonardini,
Junto al Niño Ricardito, el Niño Compadrito -un niño momificado al que se le atribuyen milagros desde 1950-, goza de la devoción y cariño del pueblo peruano. Para Nanda Leonardini, existen diferencias muy interesantes entre la devoción por ambos niños, por un lado, el Niño Ricardito está representado por una estatua de mármol blanco ubicada en el cementerio más importante de Lima, su imagen es la de un niño blanco, de clase media y según sus fieles se especializa en conseguir trabajo. El Niño Compadrito, momia de un niño que se presume nativo, de origen pobre, ataviado de joyas y ropas caras a quien la gente le pide favores, <>, según la veladora blanca o negra que se le ofrezca. “Son diferencias de culto, sí, pero también de diferencias geográficas, sociales, étnicas, culturales, un niño pobre contra uno rico, uno blanco contra uno moreno. El pueblo ha creado estos santos porque han decidido que Dios está demasiado lejos o porque somos una sociedad, donde a decir de Nietzche, Dios a muerto”, finalizó la investigadora.
Por su parte, Alejandro Castellanos, director del Centro de la Imagen, expuso la relación entre la muerte y la obra de la fotógrafa Graciela Iturbide.
Ojos para volar es el título del libro que en Diciembre presentará Graciela Iturbide en el Centro de Imagen, proyecto que se dio tras una conversación con la escritora Fabian Bradú y que fue pretexto para que Castellanos escribiese el ensayo que compartió con los presentes.
Mientras Graciela Iturbide trabajaba en un proyecto fotográfico en el que seguía a un niño muerto por el cementerio de Dolores Hidalgo se encontró con algo que sacudió su mundo interior: un cadáver a mitad del cementerio. La fotografía de ese hallazgo es la pieza sobre la que gira Ojos para volar. Fotografía catártica para Iturbide tras la penosa muerte de su hija y poco tiempo después de su maestro Manuel Álvarez Bravo. Incluso catártica para el propio Castellanos que, mientras escribía su ensayo sobre Iturbide y su obra, luchaba contra el cáncer.
“Graciela Iturbide es la fotógrafa más importante de México en la actualidad. Tras la muerte de su hija la muerte se ha convertido en una obsesión y al mismo tiempo en motivo de vida, la obra de Iturbide esta llena de referencias literarias, de sus lecturas preferidas: su estilo es intuitivo y sin conclusiones” apuntó Alejandro Castellanos.
Finalmente, el maestro Benjamín Juárez Echenique, director del Centro Nacional de las Artes, tituló su ponencia La muerte novo hispana. Tema y variaciones sobre un réquiem de Ignacio Jerusalén, ensayo que nació después de que en 2002, poco antes de presentar en el Auditorio Blas Galindo el réquiem de Ignacio Jerusalén, se enterase de la muerte del entonces director del CENART, y entrañable amigo, Manuel Díaz Díaz.
Juárez Echenique, recordó que el réquiem de Jerusalén fue escrito para Fernando VI, El prudente, segundo rey de los Borbones, un rey español que al evitar grandes guerras es –escasamente- recordado como un rey preocupado por la Paz. Su esposa fue María Bárbara de Portugal, una mujer interesada en las artes y sobre todo por la música, por lo que dos grandes artistas: Farinelli y Domenico Scarlatti, pudieron desarrollar su talento bajo el mecenazgo de la corte.
Fernando VI enloqueció tras la muerte de su esposa y la noticia de la muerte del rey, que llegó con meses de retardo al virreinato fue muy sentida según las crónicas de la época. La pira construida en su honor en Oaxaca es una muestra de ello. El rey era muy querido en la Nueva España pues se sabía que era muy devoto de la Virgen de Guadalupe.
Sin embargo, es el arte que su reinado impulsó y el arte creado sobre su persona (pinturas, piras, poemas) lo que ha permitido que recordemos a Fernando VI. “La muerte en el siglo XXI es el último tabú. Es el gran asunto del hombre. El arte es mejor que la historia para revelarnos la condición humana: el arte es la única forma de vencer a la muerte”, concluyó Juárez Echenique.
El Centro Nacional de las Artes esta ubicado en Río Churubusco Nº 79, esquina con Calzada de Tlalpan, colonia Country Club, cerca de la estación General Anaya del Metro. Consulte cartelera www.cenart.gob.mx
La investigadora Nanda Leonardini, especialista en Arte y religiosidad, habló sobre el culto al Niño Ricardito, un “santo” peruano cuya devoción, iniciada en 1990, se ha incrementado desproporcionadamente a pesar de no contar con el aval de la Santa Sede.
Dentro del catolicismo popular, el cementerio es símbolo de muerte, residencia perpetua de aquellos que nos abandonan y al mismo tiempo siguen ahí. La historia del Niño Ricardito comenzó, precisamente, en un cementerio, con una estatua de mármol blanco, una mujer desesperada y un milagro.
“Los santos que un pueblo adopta y que vienen del mismo pueblo, que son sus compatriotas, tienen mayor presencia en el imaginario social que los santos oficiales, pues existe una mayor identidad y sensación de cercanía con aquel que se piensa es un igual.
“Los santos son intermediarios del pueblo ante Dios, un santo no esta muerto, un niño santo –como el Niño Ricardito-, además, es un ángel: es esencia pura”, explicó Leonardini,
Junto al Niño Ricardito, el Niño Compadrito -un niño momificado al que se le atribuyen milagros desde 1950-, goza de la devoción y cariño del pueblo peruano. Para Nanda Leonardini, existen diferencias muy interesantes entre la devoción por ambos niños, por un lado, el Niño Ricardito está representado por una estatua de mármol blanco ubicada en el cementerio más importante de Lima, su imagen es la de un niño blanco, de clase media y según sus fieles se especializa en conseguir trabajo. El Niño Compadrito, momia de un niño que se presume nativo, de origen pobre, ataviado de joyas y ropas caras a quien la gente le pide favores, <
Por su parte, Alejandro Castellanos, director del Centro de la Imagen, expuso la relación entre la muerte y la obra de la fotógrafa Graciela Iturbide.
Ojos para volar es el título del libro que en Diciembre presentará Graciela Iturbide en el Centro de Imagen, proyecto que se dio tras una conversación con la escritora Fabian Bradú y que fue pretexto para que Castellanos escribiese el ensayo que compartió con los presentes.
Mientras Graciela Iturbide trabajaba en un proyecto fotográfico en el que seguía a un niño muerto por el cementerio de Dolores Hidalgo se encontró con algo que sacudió su mundo interior: un cadáver a mitad del cementerio. La fotografía de ese hallazgo es la pieza sobre la que gira Ojos para volar. Fotografía catártica para Iturbide tras la penosa muerte de su hija y poco tiempo después de su maestro Manuel Álvarez Bravo. Incluso catártica para el propio Castellanos que, mientras escribía su ensayo sobre Iturbide y su obra, luchaba contra el cáncer.
“Graciela Iturbide es la fotógrafa más importante de México en la actualidad. Tras la muerte de su hija la muerte se ha convertido en una obsesión y al mismo tiempo en motivo de vida, la obra de Iturbide esta llena de referencias literarias, de sus lecturas preferidas: su estilo es intuitivo y sin conclusiones” apuntó Alejandro Castellanos.
Finalmente, el maestro Benjamín Juárez Echenique, director del Centro Nacional de las Artes, tituló su ponencia La muerte novo hispana. Tema y variaciones sobre un réquiem de Ignacio Jerusalén, ensayo que nació después de que en 2002, poco antes de presentar en el Auditorio Blas Galindo el réquiem de Ignacio Jerusalén, se enterase de la muerte del entonces director del CENART, y entrañable amigo, Manuel Díaz Díaz.
Juárez Echenique, recordó que el réquiem de Jerusalén fue escrito para Fernando VI, El prudente, segundo rey de los Borbones, un rey español que al evitar grandes guerras es –escasamente- recordado como un rey preocupado por la Paz. Su esposa fue María Bárbara de Portugal, una mujer interesada en las artes y sobre todo por la música, por lo que dos grandes artistas: Farinelli y Domenico Scarlatti, pudieron desarrollar su talento bajo el mecenazgo de la corte.
Fernando VI enloqueció tras la muerte de su esposa y la noticia de la muerte del rey, que llegó con meses de retardo al virreinato fue muy sentida según las crónicas de la época. La pira construida en su honor en Oaxaca es una muestra de ello. El rey era muy querido en la Nueva España pues se sabía que era muy devoto de la Virgen de Guadalupe.
Sin embargo, es el arte que su reinado impulsó y el arte creado sobre su persona (pinturas, piras, poemas) lo que ha permitido que recordemos a Fernando VI. “La muerte en el siglo XXI es el último tabú. Es el gran asunto del hombre. El arte es mejor que la historia para revelarnos la condición humana: el arte es la única forma de vencer a la muerte”, concluyó Juárez Echenique.
El Centro Nacional de las Artes esta ubicado en Río Churubusco Nº 79, esquina con Calzada de Tlalpan, colonia Country Club, cerca de la estación General Anaya del Metro. Consulte cartelera www.cenart.gob.mx
Francisco A. Avila
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