Por Francisco A. Avila
Polémico, impulsivo, inteligente, agudo, pensador excepcional, Leonardo Da Jandra es una voz rebelde, un escritor que busca, en este mundo de descreídos, un cambio; cambio en el más puro de los sentidos.
Su obra más reciente, "La almadraba", cierra una trilogía costeña, una trilogía que habla del mar, que nace y muere con él.
La siguiente entrevista fue hecha a través del correo electrónico, él vive en Oaxaca, y en ella más que de su propia obra nos comparte una visión crítica, lúcida, sobre la situación de la critica literaria y la vida literaria de México:
¿Qué es para ti la crítica literaria?
En el origen de la crítica estaba la autentificación de la autoría literaria, es decir, confirmar si el nombre que constaba al calce de una obra era el del verdadero autor o el de un impostor. En nuestros días la función de la crítica literaria debe ser la de autentificar o refutar la validez de una obra.
¿Qué opinas de la crítica literaria que se hace en México?
Desgraciadamente las reseñas han desplazado a la crítica. En México hay cada vez más reseñistas y menos críticos. Además la crítica académica se está convirtiendo en una jerigonza onanista totalmente prescindible para los lectores.
¿Qué autores han influido tu pensamiento crítico?
Yo he llegado a la literatura a través de la filosofía. El origen de mi visión crítica es por tanto filosófico más que literaria, y en este origen ocupa un lugar preferencial el criticismo kantiano. Me parece gratuito y pedante soltar un cúmulo de nombres, pero ya que insistes he aquí algunos: en castellano Menéndez Pelayo, Unamuno y Ortega; en inglés Hume, Doctor Johnson y Carlyle; en francés Sainte-Beuve, Bataille y Callois.
¿A qué críticos mexicanos e hispanoamericanos respetas?
De los vivos me parecen rescatables Sergio González, Christopher Domínguez y Evodio Escalante. De los hispanoamericanos me gustaban Anderson Imbert, Rama, etc.
¿Cuáles consideras tus aportaciones a la discusión y el ejercicio de la crítica?
A la crítica presentánea, ninguna. Mi visión crítica es consecuencia de mi deformación como lector. A mi me interesa más la crítica de las totalidades que de las partes.
¿Qué función debe tener la crítica literaria?
Mostrar, jamás demostrar, la aportación de cada obra con relación a las demás obras del autor y a la literatura nacional y global.
¿Qué función tiene en México?
Prácticamente nula. Por un lado las apologías y los rechazos suelen estar determinados por el tipo de relación que existe entre el crítico y el autor criticado. Por el otro, el mercado del libro es casi impermeable a las buenas o malas críticas que se hagan.
¿Qué libros de crítica te parecen redondos, recomendables?
Sin duda los Retratos literarios de Sainte- Beuve. Ciertos fragmentos antológicos de las obras de Connolly, Wilson, Steiner y Bloom me parecen rescatables.
¿Como autor, cómo sientes las criticas que se han hecho de tu obra?
Reconozco que mi obra es difícil de catalogar, y además los pocos críticos que hay tienen cosas más importantes que leer. Mi mayor satisfacción como escritor no me la han dado los críticos sino los lectores.
¿Qué papel juegan los jóvenes escritores en el campo literario mexicano?
Hoy, en plena efebocracia, ser escritor joven es un privilegio. Nunca antes en nuestras letras los jóvenes habían desempeñado un papel tan estimulante. El peligro es obvio: solemnidad precoz y, tras la inevitable caída, el resentimiento generalizado. Detrás de un joven de treinta años que quiere comerse el mundo a dentelladas con su primera obra publicada, hay otros diez muchachos de veinte años que están dispuestos a sacrificarlo.
¿Qué oportunidades tienen en las editoriales, con la crítica literaria? ¿Seguimos necesitando de mentores y padrinos?
A las grandes editoriales sólo le interesan los números. Pero sin duda sigue siendo muy importante la recomendación de un escritor consagrado. Sin embargo, tanto las grandes editoriales como los jóvenes escritores olvidan lo fundamental: no se trata de llegar sino de permanecer
Las becas, los premios ¿son alicientes o paliativos?
Ya lo he dicho en múltiples ocasiones. Las becas suelen implicar una cortesanización de la literatura. Pero creo también que a partir de los cincuenta años ciertos autores deben ser incentivados con dinero público, con nuestros impuestos, para que a cambio de la prestación recibida retribuyan a la sociedad con su experiencia y talento (talleres, conferencias, etc.) Por otra parte, la mayoría de los premios son simples actos de mercadotecnia de las editoriales.
¿México lee?
Poco y mal. Pero el potencial en este rubro es enorme. A pesar de la miopía y estrechez de miras de los gobiernos incultos que padecemos, en menos de veinticinco años México se va a convertir en el país con el mayor número de lectores en lengua castellana.
¿Qué opinas del sistema educativo en México? ¿Será acaso que la nula calidad en la educación, aunada a la pobreza en la que está sumergida más de la mitad de la población nacional, es lo que hace de México un país de no lectores?
La pobreza educativa y la pobreza económica son partes de una pobreza total que empieza en la familia y termina en el Estado. Donde la corrupción se generaliza es imposible una evolución equilibrada del cuerpo, la mente y el espíritu. Los vicios y los malos hábitos han lastrado a la educación y a la civilidad por siglos, por eso es necesario un programa integral que haga de la superación de la barbarie educativa una razón primordial de Estado.
¿Cuál es tu opinión acerca de la nueva Ley del libro?
El precio único me parece un paso adelante. No necesitamos que los grandes consorcios comerciales lucren con los libros como si fueran cereales, detergentes o productos cárnicos. Lo que necesitamos es que en cada pueblo se abran dos o tres pequeñas librerías, y que estos microlibreros sepan lo que venden para poder priorizar la buena literatura sobre los best-sellers desechables.
Háblanos del proyecto Almadía
Almadía es una expresión más de la oposición entre la cantidad y la calidad en un mundo globalizado. Frente a la determinación mercadológica de las grandes editoriales, es sorprendente el número de pequeñas editoriales que están surgiendo para promover la calidad literaria y el atractivo estético de las ediciones, además de un trato respetuoso y digno a los autores. En ese marco se inserta el proyecto Almadía: hacer del libro un objeto artístico a precio asequible para las mayorías y tratar a los autores con el respeto que merecen.
¿Qué papel tiene Toledo en el proyecto?
Francisco Toledo es un ejemplo, por desgracia casi único, de un creador preocupado por elevar el nivel social y cultural de su pueblo. Con él estamos realizando proyectos en el Centro para las Artes de San Agustín Etla; pero en la editorial Almadía no tiene injerencia.
¿Qué representa La almadraba en la carrera de Leonardo Da Jandra?
Con La almadraba cierro un ciclo vital y literario. Se termina mi vida en la costa y con ello pongo punto final a mi literatura de la costa.
En la presentación de Almadraba (en el FCE) dijiste que eras un escritor de trilogías, que todo en el universo es trilógico, ¿podrías abundar un poco más? ¿Has pensado ya en una nueva trilogía?
La concepción trilógica de mis proyectos es un claro legado de la filosofía alemana (Kant: tesis, antítesis y síntesis; Hegel: afirmación, negación y negación de la negación). Ahora estoy preparando un ajuste de cuentas con la filosofía occidental que podría considerarse la tercera parte de mi búsqueda filosófica iniciada con Presentáneos, pretéritos y pósteros y continuada con La hispanidad: fiesta y rito.
Lo que has definido como intrahistoria en tu trilogía costeña ¿tiene que ver con la microhistoria que inventara Luís González y González?
Justamente en el libro de la Hispanidad… aclaré las diferencias existentes entre la intrahistoria unamuniana y la microhistoria de Luís González y González. Como ninguna de estas expresiones me parecía metodológicamente satisfactoria, tuve que acuñar el término nucleohistoria para definir aquello que da identidad a las culturas: fiestas, ritos, tradiciones, costumbres, lengua, etc.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas de alejarte narrativamente de la urbanidad, de lo cosmopolita, de lo oscuro que representan las ciudades y que ocupan el grosso de temas y referentes de la literatura contemporánea?
La primera y fundamental ventaja de no vivir en una gran ciudad es la libertad. En las grandes urbes nadie es dueño de su tiempo, es como ir arrastrado por un gran río de mierda y tener que preocuparte por sacar la nariz para respirar por encima de todos. En la medida que prescindes de los seudoconfores de la vida citadina eres más dueño de tus decisiones, y por tanto eres más tú mismo. Desventajas, con la enorme posibilidad que hay de comunicarse hoy en día, no veo ninguna.
¿Qué tan buenos lectores son los escritores mexicanos? (De sus colegas y de sí mismos).
En una ocasión cuando invité por primera vez a México a Enrique Vila-Matas, discutimos sobre un tema crucial. Yo sostenía que hay que leer a los clásicos para valorar a los escritores actuales; pero él se inclinaba justo por lo contrario, que se deben leer a los clásicos a partir de los contemporáneos. Digo esto porque, en general, los escritores mexicanos, comparados con los europeos y los norteamericanos, son lectores excepcionales de las literaturas clásicas y contemporáneas. El único aspecto que cabe cuestionar es que la mayoría de los escritores mexicanos sólo lee literatura…
¿Qué opinas de la relación intelectual-estado?
En el mundo clásico había tres opciones posibles para establecer el tipo de relación del intelectual con el poder: 1) no allegarse para nada al mando de la república (Epicuro); 2) allegarse, si no hay causa precisa que lo impida (Zenón); y 3) allegarse al poder a condición de ocultar los sentimientos más profundos (Séneca). Para mí, la única opción verdadera es convertirse en un acechador permanente para señalar con dedo flamígero los excesos corruptores del poder. El intelectual que se deja seducir por el poder económico o político indefectiblemente se cortesaniza.
¿Qué sigue después del Crack, qué ocurre hoy en las letras mexicanas, a dónde va nuestra narrativa?
Yo veo un panorama muy potenciador. Ya no el desierto con cuatro o cinco grandes montañas que había antes. Ahora la escenografía literaria es una gran llanura con apenas dos o tres relieves que merezcan destacarse. Me parece que Guillermo Fadanelli es el escritor más talentoso y original que tenemos hoy en día; pero me gustan también escritores más jóvenes como JJ. Rodríguez, Tryno Maldonado y Antonio Ortuño. De la nueva novela negra destacaría dos novelas con incuestionable valor: Los minutos negros de Martín Solares y La sonrisa del gato de Jorge Moch. En fin, que la literatura mexicana está más viva que nunca, aunque un poco menos de soberbia y un poco más de vitalidad no le vendría nada mal.
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