Libros sagrados

De Francisco A. Avila

“Tenemos bastante religión como para odiarnos,
pero no suficiente como para amarnos”
Jonathan Swift



El Corán y La Biblia, dos libros considerados sagrados, dos libros en los que cada letra ha sido usada como daga, como hoz, como mortaja. Nunca sabremos la cantidad exacta de sangre derramada en nombre de éstos libros ¿escritos por Dios?

Esto viene al caso después de que en Indonesia –país con la mayor concentración de islamitas- se desatara una polémica en torno a la “naturalidad” del ser homosexual. Primero, un grupo de estudiosos musulmanes declaró que la homosexualidad había sido creada por Alá, por lo que era algo natural y debería estar permitida dentro del Islam. Siti Musdah Mulia, miembro de la Conferencia de Religiones y Paz del país, explicó que el libro sagrado para los musulmanes recoge que es una bendición que todos los seres humanos sean iguales, independientemente de su raza, riqueza, posición social o incluso su orientación sexual.

Afirmación que inmediatamente negó el Consejo de Ulemas de Indonesia (MUI), argumentando que la atracción por el mismo sexo es un "desorden de tipo psicológico" y "no una conducta natural" prevista por Alá. “El Corán afirma claramente que la homosexualidad es algo inaceptable", señaló Marauf Amin, presidente de la Comisión de Fatuas (edictos religiosos) del MUI.

El clérigo remató asegurando que la homosexualidad "se puede curar", y citó como ejemplo los muchos casos, según su versión, de homosexuales que se arrepintieron de su conducta y volvieron a ser heterosexuales.

En Occidente, la Iglesia Católica tiene sus propios escollos: el apoyo nazi o la inquisición deberían bastar para ejemplificar todo. Sin embargo, en su “discurso oficial” ambas iglesias parecen estar de acuerdo en que los homosexuales son un grupo de enfermos, el Vaticano, según la Declaración del año 75 expresó: "Indudablemente, estas personas homosexuales, deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia”.

Todo lo anterior sólo demuestra lo poderoso que puede ser un texto, al grado de convertirse en instrumentos con los que se legitiman aberraciones inimaginables que incluso contradicen las bases de amor y pureza que pretenden todas las religiones del mundo. Fuera del ámbito religioso no faltan los ejemplos.

En la primera década del siglo pasado Freud advirtió que una de las razones de la homosexualidad era la no superación del complejo de Edipo, y no fue hasta los setenta que la máximas autoridades psiquíatricas americanas la descartaron como una enfermedad, no porque hayan llevado a cabo grandes estudios sino por que era lo políticamente correcto.

Interpretaciones, como dicen los deconstructivistas, habrá siempre y una jamás será igual a la otra; el problema está cuando un texto se interpreta para beneficio de un grupo, para obtener a través de él poder y control: Stalin hizo lo mismo con Marx y Lenin, otro tanto Bush con el Destino Manifiesto.

Finalmente, se han vertido mares de tinta en torno a las religiones, pero una constante es el reclamo a la armonía, a la paz que predican y prometen; la humanidad está cansada de guerras santas, de éste odio impalpable pero asesino que nos rodea, que llevamos pegado en la piel: es polvo, una costra ancestral que Dios –el que sea- parece no poder quitar.

Primera aparición en Anodis

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