DRAGÓN NARANJA

De Isaac Lugo 
-Ya le dije que yo no hice nada. Al parecer ella sufrió una especie de ataque y bueno, eso fue lo que pasó, le dio un ataque. Yo no tuve nada que ver.

-No te hagas, tú la aventaste.


- ¿Acaso nadie vio lo que sucedió?, ¿no hubo testigos?, ¿dónde estaban ustedes, que no se supone que están para vigilar y cuidar de la gente?

- Momento, momento, aquí las preguntas las hacemos nosotros, no tú.

- Sí pero, es que ustedes no entienden que yo no tuve nada que ver en esto.

- Pues ya se lo dirás al Ministerio Público, háblale a algún familiar para que estén enterados.

- No me chinguen, ¿y los familiares?, ¿ha llegado algún familiar?


- No, nadie, nada más se llevaron a la chavita los de la ambulancia y ya, pero no sabemos nada.

Esta mañana me levante aún somnoliento y sin ganas de saludar a nadie, ni buenos días ni nada, omití el baño y me puse un pantalón negro y una camisa blanca, al estilo James Dean. Mi carro no circula así que, primero pesero y ya va hasta la madre, después el metro y ya va hasta la madre, transbordo a la línea que va hacia Tacubaya, curiosamente el pasillo se encuentra desolado, de todas las líneas del metro de la ciudad de México en este día y a esta hora, sólo la que lleva dirección a Tacubaya está vacía, únicamente ella espera el último vagón del dragón naranja.

Me dirijo con pasos decididos, sin prisa. La creo bonita, piel blanca, muy blanca y su pelo exageradamente negro, me parece encantadora. Estoy tan sólo a unos cuantos metros, ella muy cerca de la orilla. Su cuerpo se contorsiona, se desmaya y cae. Me asomo, ella ahí, tendida, su cuerpo ha dejado de moverse.

Por un segundo no sé que hacer, no es momento de pensar me digo hacia dentro y el impulso me lleva a intentar rescatarla. Los durmientes de las vías del metro se vuelven enormes, tengo la impresión de que me atrapan, la tomo por la cintura, rodeo su cuerpo con mis brazos pero, es tan pesada, al menos así la siento y no puedo, no consigo levantarla, percibo la luz del primer vagón que se aproxima y la dejó a su suerte para escapar del dragón que la come por completo. Escucho el eco de su cuerpo desquebrajado, hecho trizas, no puedo soportar el sonido como hojas secas que se destruyen al paso del que camina, quiero despertar de esta pesadilla, quiero despertar…

- Ya le dije que no hice nada.

- ¡León!, levantate o vas a llegar tarde a trabajar.

- ¿Sabes mamá?, hoy no voy a trabajar.

- ¿Te sientes mal?

- No, pero hoy prefiero quedarme en casa. Por cierto, buenos días, mamá.

Esta mañana me levante con pequeñas lágrimas en los ojos y abundante sudor en mi cuerpo. Soñé con un hambriento dragón naranja.

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