Un ojo que se inunda,
su muro se rompe
y comienza a sangrar,
duro
muy duro
hasta que no queda más.
Siempre sé.
Nunca pensamos llegar a tanto
y sin embargo
la luna hoy cambia su foco,
ahora es naranja
y su conjuro
cambia mis palabras
por recuerdos fríos
y malignos
que se beben
todos mis hijos,
ahora ellos cargan conmigo
en sus entrañas
y yo sé
a lo más oscuro de su cuerpo,
al rincón más mundano
de su punto final;
intento cambiar mi semblante,
ellos son mi carne
y yo su triste alma.
Este es el país de los agradecidos,
soy el país de los derrumbes,
mis muros son endebles
como cartas de baraja
cada una con un juego perdido,
son un hoyo negro
que se traga tu amor
y no termina de digerirlo nunca,
escapar
escapa,
la prisión de mis sentidos se abre
en un ojo que se inunda
y que no acaba por abrirse,
no termina de cercenar
el único sentimiento que lo mantiene clavado
en su propia historia apocalíptica,
una felicidad que grita
de miedo, de melancolía,
tanto
que había olvidado que existía
pero sigo aquí,
junto a ti
vendiendo a mis hijos
a los perros de la noche
con algo más que el corazón adolorido:
una búsqueda,
una playa vacía,
un amanecer púrpura,
un ojo que se abra a la negrura
y termine de sangrar
la vida.
Feliz,
seré feliz
IR
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