ÚLTIMA RESPUESTA

Por Magda Rescendis


Corrí por el parque buscando con que protegerme de la lluvia ácida. Al levantar la mirada para buscar un techo o algo con que cubrirme, un par de gotas se alojaron en mis ojos. El ardor fue espantoso tanto que lleve mis manos hacia mis ojos al mismo tiempo que mis piernas se doblegaban. Al ponerme de pie, aborde un taxi y le pedí que me llevara a casa porque no podía ver. Mi madre que es una mujer muy sabía me dijo que no era grave que en un par de semanas volvería a ver. Al día siguiente actué normal, podía cambiarme de ropa, amarrarme las agujetas y hasta peinarme. Me puse los lentes obscuros de mi tía Miriam. Esos lentes eran los de batalla, con los que salíamos a nuestras citas glamorosas en el parque o la plaza. Eran toda una herencia familiar.

Caminaba lentamente por la calle cuando me reencontré con el niño de mis ojos. Charlamos largo rato y decidimos ir a cenar. Poco a poco pasaban los días y nosotros nos encontrábamos en el cine, el café, su casa, mi casa, en fin… bajo la noche alumbrada por estrellas. Hay tantos detalles y momentos que recordar que necesitaría un día para poder contarte lo mágico que fue todo ello.

Ninguno falló, ambos fuimos felices y no ocultamos ni un instante el inmenso cariño que sentíamos por el otro. No éramos simplemente amigos pero tampoco amantes. Cada beso parecía tan corto, que comenzaba a creer en la existencia de la palabra insaciable.

El día etiquetado llegó y yo decidí ser feliz. Por un momento olvide que todo tiene un fin. Únicamente pensaba en el futuro; en nuestra casa grande y verde, nuestros hijos inquietos y hasta en un perro alegre que me lambeara.

Un poco antes de que mis lentes cayeran al suelo, la oscuridad iluminó el mejor momento para mí. Me despedí del árbol de navidad como cuando era niña. En silencio, pedí que el año nuevo trajera para ellos la buena ventura que algún dios prometió. Finalmente trate de absorber el aroma del lugar al que no volveré jamás.

Estaba en el auto cuando mis anteojos cayeron y sin más, no pude continuar negando que ya veía bastante bien.

La noche dejo de ser la amiga secreta para convertirse en la parte acusadora del crimen. Trate de revivirlo, le transmití mi vida entera y a pesar de ello estaba muerto. No es su culpa y tampoco es la mía. Las técnicas médicas de resucitación fallaron. Yo estaba tan animada que olvide mis ignorancias. Creí que sabía volar, caminar y manejar. Él me permitió soñar así que me dejo al volante. En menos de cinco minutos derrumbe la casa, mate a nuestros hijos y deje escapar al perro. Trate de sobrevivir porque lo vi de pie; fuerte, valiente, poderoso y tan noble como siempre. Mi alma estaba dispuesta a seguir pero mi cuerpo inerte ya había decidido.

0 comentarios:

Califica