Por Francisco A. Avila

“Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Así concebía Truman Capote su habilidad para escribir. Es considerado uno de los mejores escritores del siglo XX. Su novela A sangre fría marcó un parteaguas tanto en la historia de la literatura, como en la del periodismo. El propio Capote afirmó que había inventado un nuevo género literario, la novela de no-ficción. Nacido en Nueva Orleáns en 1924, bajo el nombre de Truman Streckfus Persons, conocería desde su infancia el abandono, primero de su padre y luego de su madre que lo dejaría con unos parientes en Alabama. Esta soledad -que lo acompañaría toda su vida- en el sur de los Estados Unidos marcó al ser humano y al futuro escritor.
Truman Capote fue un escritor precoz, al cumplir diez años ganó su primer concurso literario, de ahí en adelante fue forjando su carrera como escritor. Este primer texto titulado Viejo Señor Metiche en el que Capote eligió contar la historia de un personaje local, basado en las habladurías que escuchaba cotidianamente, marcó un precedente en el escritor, un estilo que lo acompañaría a lo largo de su vida y de su carrera tanto periodística como literaria; de la naturalidad con la que convertía la realidad en un relato sublime. En el prólogo de Música para Camaleones –texto por demás revelador- Capote explica, “los escritos más interesantes que realicé en aquella época consistieron en sencillas observaciones cotidianas que anotaba en mi diario. Extensas transcripciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a oír con disimulo. Habladurías del barrio. Una suerte de reportaje, un estilo de ver y oír que más tarde ejercitaría verdadera influencia en mí, aunque entonces no fuera consciente de ello..."
Incursionó en el ámbito del periodismo colaborando en diarios como The New Yorker y en revistas como Playboy. Más allá de su talento fue un escritor polémico, fue abiertamente homosexual; no ocultaba su amaneramiento y tenía una extravagante forma de vestir: él mismo fue todo un personaje, tal vez su creación más compleja.
El surgimiento de éste personaje es impensable sin el contexto histórico de su país. Capote creció como escritor cobijado por el nacimiento de la cultura del espectáculo. Para cuando apareció su primera novela Otras voces, Otros ámbitos en 1948, la televisión y la publicidad le permitieron alcanzar uno de sus máximos sueños: la fama y la fortuna; ambiciones sin las cuales no se puede entender, según Carlos Monsiváis, el proceso del genio y la celebridad de Truman Capote.
Su estilo de ver y oír, aunado a estas ambiciones son la clave de su asenso y de la construcción y derrumbamiento del ser humano detrás del exquisito –al final bizarro- personaje que hizo de si mismo Capote. La foto donde vemos a Capote recostado en un diván con esa aura de inocencia y perversidad conjugadas (contraportada de Otras voces…), son ese intento de Capote por sobresalir, por ser igual de importante que lo que escribía.
Después de Otras voces, otros ámbitos, Capote se acerca al cuento, al reportaje, la novela corta y el guión cinematográfico; sin importar el género Capote supo y tuvo la habilidad nata para hacer con las palabras literatura de altura. “Toda mi vida supe que podía tomar un puñado de palabras y que al tirarlas al aire descenderían en el sitio apropiado”, dijo el escritor en alguna ocasión. Durante los diez años siguientes, entre su primer novela y el comienzo creativo de A sangre fría publicó interesantes relatos como Color local, El arpa de hierba, Un árbol de noche, y Desayuno en Tiffany’s novela corta que fue llevada al cine en 1961.
En sus cuentos Capote, dice José Emilio Pacheco, “se muestra como un cuentista natural que en este género encontró el centro y la mayor fuerza de su obra. Su gran aportación al periodismo fue darle al reportaje lo que había aprendido escribiendo cuentos”. Relatos que van de lo luminoso a lo oscuro; de ese sur gótico donde la vida se queda estancada y los sueños son irrealizables; donde la inocencia aflora y al mismo tiempo es devorada por las reglas sociales; la soledad inherente a los protagonistas y que marca sus destinos en la incansable búsqueda del amor, los sueños y de si mismos; son rasgos que atraviesan toda la obra artística de Capote y que mucho tienen del propio autor, para Helen S. Garson, estos diez años son el ciclo creativo más prolífico y variado de Capote.
Breve novela real cómica: la primera. Así describió Capote su primer acercamiento a la no ficción: La musas se oyen, cuenta el primer intercambio cultural entre la URSS y EU en plena Guerra Fría (1955). A través de la reconstrucción de diálogos y eventos a los que el autor dio un tono satírico, la oficialidad de los dos gobiernos y las peripecias de la compañía teatral proveen el humor que la ingeniosa pluma de Capote sabe llevar al papel. Este relato va de acuerdo con la tesis de Capote en la que “un texto que aborde situaciones reales puede explorar nuevas dimensiones literarias cuyo efecto es distinto al de la ficción: el hecho mismo de ser verdad, de ser estrictamente cierto, imprime otra fuerza”.

1959: GÉNESIS DE UNA CAÍDA
Su biógrafo oficial Gerald Clarke escribió hace años: "En algunas vidas hay momentos hacia los que se puede mirar más tarde y ver las líneas que definen el dramático principio de una ascensión o de un declive. A sangre fría es esa línea que marca la caída en la vida de Capote". El 16 de noviembre de 1959 abrió el ejemplar de The New York Times para encontrar, en el centro de la página 39, una columna fechada en Holcomb, Kansas, y con el titular: "Rico agricultor y tres miembros de su familia asesinados", que le daría el motivo para poner en marcha, durante los próximos seis años, la idea de escribir una novela, en la que la realidad fuese el cimiento.
Al principio pretendía contar la historia del pueblo y de cómo el asesinato sin motivo aparente de una familia respetada había desencadenado una paranoia en los habitantes de Holcomb, como afirma Tomás Eloy Martínez “a Truman lo inquietaba no el crimen mismo, sino el efecto de terror y desconfianza que podía causar en una población aislada en la que jamás sucedía nada”. Fue con la detención de los asesinos Dick y Perry y su acercamiento con estos que nació la verdadera esencia del libro.
Fueron seis años los que le llevaron escribir A Sangre Fría. Seis años que consumieron y minaron su existencia. Más allá del avasallador éxito obtenido con la publicación del libro en 1966 -realización de sus ambiciones más profundas-, de la alabanza de la crítica y la consagración mediática, A Sangre Fría es la génesis de una caída, la caída de un genio que se enredó en el juego de la fama y -como muchos otros- no consiguió vencerle.

Durante el período en el que escribió su novela de no ficción, trabó una amistad con los asesinos, demasiado “íntima” con Perry Smith. A lo largo de la historia Perry es justificado de cierta manera, él es el soñador, el poeta, el buscador de tesoros, el de la infancia infeliz; el más parecido a Capote. "Es como si Perry y yo hubiéramos crecido en la misma casa, y un día él hubiera salido por la puerta de atrás, y yo por la de adelante", explica Capote, en la cinta que lleva su nombre.
Capote, sin embargo, no pudo evitar caer en las garras de aquella Diosa Zorra de la que habla Boris Pilniak, Diosa de los escritores, que al penetrar en su alma, ésta quedará maldecida por siempre. Capote acaba traicionando a Dick y Perry quienes creyeron en él y le abrieron sus almas. Capote sabía que no tendría su gran novela si no se llevaba a cabo la pena capital a la que estaban condenados. Tuvo que esperar seis años para que esto sucediera y pudiera tener la historia que quería.
Podemos pensar que ésta inmersión en el mundo de Perry, su obsesión por entenderlo y desentrañar los motivos que lo llevaron a cometer tan brutal crimen, es una búsqueda de entenderse a si mismo y al final descubrir, de forma tan cercana, la naturaleza de la maldad humana, de su propia maldad al desear y sufrir la muerte de los asesinos, es el punto clave del declive de Truman Capote como persona.
A sangre fría instala a Capote en el peldaño más alto del éxito posible como escritor y celebridad, no faltan detractores pero la importancia y el valor de su novela son innegables, Capote se convertirá en ejemplo para escritores de su propia generación como Norman Mailer, y mexicanos como Carlos Monsiváis y Vicente Leñero.
Sin embargo, a partir de entonces Capote se entrega a los brazos de la autodestrucción, no sólo con el alcohol y las drogas. Promete otra gran obra maestra, Plegarias Atendidas en la que pretende ser el nuevo Proust de la sociedad norteamericana, llevando su estilo de oír y ver a los límites del chismorreo y la revelación de secretos sórdidos de celebridades y personas del jet-set que conocía tan bien. De manera sensible e inteligente José Emilio Pacheco describe esta faceta autodestructiva de Capote asegurando que “la maledicencia es una ruleta rusa y Capote fue la víctima final de sí mismo. La humillación constante de los demás por el terrible miedo a ser humillado convirtió a Capote en un ser mientras más cruel más vulnerable, más necesitado de amor en tanto que menos podía amar, y lo dejó incapaz hasta para entender por qué los otros respondían furiosamente”.

Del personaje abiertamente homosexual y atractivo, Capote dio paso a un personaje repulsivo que llevo a lo caricaturesco y risible su sexualidad y su vida. De organizar la fiesta de la década en el Hotel Plaza de Nueva York y ganarse el estatus de “gente hermosa”, el adelanto de Plegarias Atendidas en la revista Esquire deja a Capote vetado del mundo social del que se sentía parte.
Música para Camaleones, que incluye una muestra miscelánea de todas sus facetas como escritor: cuentos (Mojave, El señor Jones, Una luz en la ventana), una novela real breve (Ataúdes tallados a mano) y reportajes (Una adorable criatura) fue su último libro publicado en vida, el cual le significo un esfuerzo casi sobrehumano de concentración y decisión por demostrarse a si mismo que aún podía escribir, pues en esos momentos su adicción al alcohol y a las drogas controlaban su vida. Al final del prólogo de ese libro Capote dice “Entretanto, aquí estoy en mi oscura demencia, absolutamente solo con mi baraja de naipes y, desde luego, con el látigo que Dios me dio.”
Truman Capote es digno de innumerables elogios, tanto su obra como el hombre son material interminable, debate incansable, fue un genio que cayó en la trampa de la fama sí, pero como genio nos legó una obra de increíble fuerza y belleza que permanecerá por siempre.
2006
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